Nuestro amor
reposa en otra época,
en otro
tiempo.
quizás en el
año pasado
o en una
lejana semana santa.
Nosotros
existimos
en viejas
aguas de samaritana
en mis 23
años,
en las tardes
lluviosas de café y tarta,
en las idas
al súper
y en mi
deseo de existir.
No sé quién
fue el culpable de borrarnos
no sé si
fuiste tú o fui yo,
o si fue el
tiempo,
o los
kilómetros,
o si fueron
mis ganas del futuro.
no lo sé y
es triste.
Ya no
importa.
Nunca
comprobamos conocernos.
Ya no
vivimos en los ojos del otro,
y ya no nos
duele nuestra ausencia.
Hemos
cambiado,
ya no me
quieres ni te quiero.
no recuerdo
más tu voz,
ni tu risa,
ni tu mirada
al acercarte.
De mí a tu
lado recuerdo poco,
solo lo que
me faltaba,
cosa mía, a
final de cuentas.
Vacíos que
ni tú llenaste.
¿Cómo habito
mis espacios?
¿Cuál es la
receta?
Ahora
sentada frente al horno
me pregunto.
Soledades que
queman nos han atravesado.
A mí la
nostalgia me visita de madrugada,
a veces los
días treinta;
y me da una
buena zarandeada cuando viajo,
cuando me
encuentro sola
en el
asiento de un autobús
yendo a un
lugar bello y desconocido,
cuando regreso
a casa,
o cuando
paso por tu calle.
No sé si uno
termina algún día de sanar.
Es verdad
que ya no te quiero más,
pero adoro
la nostalgia de no tenerte.
Hay una sola
cosa en todo esto que detesto:
la opresión
en mi estómago al saber
que algún
día de tu pecho crecerá una raíz,
y luego un
árbol,
y con mi
mala suerte también un fruto y un jardín.
Yo ahora
habito en las esquinas de los libros,
en la risa
de bebés que no son míos,
en el fondo
de una botella de vino.
En las
noches me recargo en mi almohada
Y descanso,
la cama
ahora es toda mía.
Ya no te
quiero pero siento frío,
y todavía me
pregunto
si del lado
derecho de tu cabecera,
ya se ha
borrado mi firma.
Patricia M.
No hay comentarios:
Publicar un comentario